El confidencial: De controlar el petróleo libio a proteger a Maduro: los mercenarios rusos, en La Haya
El grupo Wagner, formalmente separado del Kremlin, tiene conexiones con altos círculos de la política rusa, a la que ayuda a expandir su poder sobre el mundo. Ahora llega a la Corte Penal Internacional
El Confidencial – Imane Rachidi – 02/04/2019
Son mercenarios. Obedecen sin rechistar las órdenes del empresario gastronómico Yevgeny Prigozhin, el conocido como “cocinero de Putin”, el rey de los trolls rusos capaces de influenciar la intención de voto de los ciudadanos de los países más democráticos del mundo. Su objetivo es proteger los intereses de Moscú allá donde se les necesite, a cualquier precio, por lo que saltarse la ley no les supone un gran dilema.
“No se ajustan a ninguna base legal, ni actúan de acuerdo con el Tratado de Montreux. Tampoco pagan impuestos en Rusia, como lo hacen otras organizaciones militares privadas. Son un verdadero grupo criminal“. Estas son las palabras de Yevgeni Shabaev, portavoz de veteranos militares rusos que han llevado su denuncia hasta la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya. Consideran que la Fiscalía debe abrir una investigación formal y urgente al Grupo Wagner, organización que utiliza a militares rusos para interferir en diferentes conflictos internacionales.
Aunque la ley rusa prohíbe las organizaciones paramilitares y considera ilegal colaborar con ellos, los veteranos aseguran que los lazos entre el Ejército ruso y Wagner son “mucho más cercanos” de lo que parece. “Tenemos pruebas de que los ciudadanos rusos están siendo desplegados por organizaciones criminales conocidas como compañías militares privadas. Se están violando los derechos y las libertades de los ciudadanos rusos”, añadió Shabaev. Advierte de que estos mercenarios, que se suman a las filas de Wagner atraídos por el buen salario, no tienen ningún derecho cuando vuelven a casa y, si mueren en combate, los familiares tampoco reciben ningún reconocimiento ni compensación. “No están actuando conforme al Tratado de Montreux, no lo han firmado” advirtió. Un ataque con misiles en Siria por parte de la coalición internacional liderada por EEUU acabó con la vida de unos 200 miembros de Wagner. Sus familias siguen pidiendo, en vano, el reconocimiento del Gobierno ruso.
En Oriente Medio, unos 3.000 mercenarios rusos de Wagner han estado luchando en los últimos años en Siria, protegiendo las refinerías de petróleo del régimen de Bashar al Asad, a cambio de una parte de las ganancias. Más hacia el Norte de África, cientos de paramilitares han estado apoyando sobre el terreno al mariscal de campo Jalifa Haftar, en la zona este de Libia. Le han suministrado a su ejército artillería, tanques, aviones no tripulados y munición, además de la mano de obra con la que trataron de garantizar la seguridad de los puertos de Tobruk y Derna. A cambio, están más cerca de hacerse con el control de la industria energética del país norteafricano y dominar así el flujo de petróleo hacia el sur de Europa. El Grupo Wagner, formalmente separado del Kremlin, tiene conexiones con altos círculos de la política rusa, a la que ayuda a expandir su poder sobre el resto del mundo.
África es ahora uno de los últimos objetivos de Rusia y Wagner está para hacer el trabajo sucio. Más allá del estrechamiento de manos entre oficiales rusos y líderes africanos, se han firmado acuerdos de cooperación en temas de seguridad, de venta de armas y de programas de formación en los Estados fallidos o dictatoriales de África. Moscú ha dado pasos atrevidos en algunos de ellos, como mandar a un asesor ruso en temas de seguridad nacional para que aconseje a Presidencia en la República Centroafricana, rica en oro y diamantes, pero con una situación humanitaria alarmante, ignorada a nivel internacional. En la misma línea, las relaciones de Rusia con Mozambique y Angola están mejor que nunca.
Los mercenarios rusos habrían acudido también al llamamiento del presidente de Sudán, Omar al Bashir, para frenar con mano dura las protestas en todo el país. También serían parte de los combates contra los grupos terroristas Al Qaeda y el Estado Islámico en Mali, Níger, Chad, Burkina Faso y Mauritania. Los hombres del “cocinero” corren a socorrer a sus nuevos socios, a la par que amplían los poderes del Kremlin por el mundo.
Cientos de hombres mueren en cada una de esas misiones, sobre todo cuando se trata de proteger los interesas aliados en un país en guerra. El portavoz de los veteranos explica, en declaraciones a la televisión holandesa NOS, que la Fiscalía internacional debe investigar las muertes y las condiciones bajo las cuales se persuadió a estos hombres para que lucharan, por ejemplo, en Siria. “No se rigen por ninguna base legal y no pagan ninguna compensación a su gente, como sí lo hacen otras organizaciones militares privadas”, agregó. EEUU denunció al Grupo Wagner por establecer “una fábrica de trolls” que influenció las elecciones estadounidenses a través de las redes sociales, compartiendo noticias falsas y promoviendo su lectura, pero también por sus “acciones o políticas que amenazan la paz, seguridad, estabilidad, soberanía o integridad territorial” en Ucrania.
Según el presidente ruso, Vladimir Putin, Prigozhin es solo un hombre de negocios, y el resto es “fake news”. Sin embargo, el “chef” aparece, por ejemplo, en un video de una visita del ministro de defensa ruso a Libia, sentado junto a oficiales y soldados en la mesa de negociaciones sobre futuras alianzas a cambio de ayuda militar. Además de la guerra en el este de Ucrania y el conflicto en Yemen, el nombre del Grupo Wagner aparece también involucrado en la situación en Venezuela, donde los intereses rusos también abundan. Ambos países intercambian millones de dólares cada año: Moscú está interesada en la industria petrolera venezolana y Caracas compra armas rusas. Las diferentes informaciones señala la presencia de entre decenas de mercenarios hasta unos 400 soldados comprometidos con la seguridad del presidente venezolano Nicolás Maduro.
Hablar de estos milicianos es también un riesgo vital. Las denuncias de las ilegalidades cometidas por estos mercenarios se pusieron más de relieve tras el asesinato de tres periodistas rusos que investigaban los secretos del Grupo Wagner en la República Centroafricana. Los cuerpos del periodista Orján Dzhemal, el director documentalista Alexandr Rastorgúyev y el operador de cámara Kirill Rádchenko fueron hallados el pasado julio a 23 kilómetros de la ciudad de Sibut. Nadie sabe lo que ocurrió realmente, pero diferentes teorías relacionan al grupo paramilitar con lo ocurrido. “Siento que los asesinos están siendo protegidos desde arriba, están tratando de borrar todos los rastros. Las autoridades no están cooperando con la investigación. Nos están mintiendo”, denunció el periodista ruso Maksim Shevchenko, quien preguntó, sin éxito, a Prigozhin sobre la muerte de sus tres colegas.
Aunque ahora está liderado por el “cocinero de Putin”, esta organización fue fundado en 2014, en pleno conflicto en Ucrania, por un exoficial del servicio de inteligencia militar ruso (GRU), Dmitriy Utkin. Su primera salida al extranjero fue para apoyar a los separatistas en la región ucraniana de Lugansk, quienes lograr escenificar una separación de su ciudad del resto de Ucrania con la ayuda de Rusia. Después marcharon a la lucha en la región de Donetsk, en busca de hacer efectiva la anexión rusa de Crimea. El grupo de investigación Bellingcat les involucran incluso en el derribo del avión MH17 de Malaysia Airlines en el este de Ucrania en 2014, en plena crisis ucraniana.
Las autoridades rusas nunca comentan oficialmente las actividades de Wagner, grupo que, por ejemplo, no tienen una página web de la compañía. Poco información se confirma por fuentes oficiales y todo lo que se conoce de ellos está basando en investigaciones de periodistas y organizaciones independientes en diferentes países. Muchos tratan de pisarle los talones a los mercenarios del Grupo Wagner para recopilar pruebas de sus crímenes, pero ahora son los propios veteranos de la guerra rusos quienes intentan poner a este grupo en la agenda de la Justicia internacional, en busca de que eso ponga en escena sus actividades paramilitares en diferentes países.